Los nuevos criterios ESG: reputación, sostenibilidad y confianza

La competitividad es crucial para la supervivencia de cualquier iniciativa empresarial. Pero actualmente no basta con ella; los criterios económicos no pueden ser los únicos, ni tampoco prioritarios de forma excluyente. Ante la amenaza climática y el contexto socio político actual, aspectos como la sostenibilidad y otros criterios ESG —ambientales, sociales y de gobernanza, por sus siglas en inglés— son imprescindibles para ejercer un papel relevante en el mercado.

 

 

La sostenibilidad y otros objetivos de desarrollo, en el punto de mira

Tanto el público como los inversores y los mercados miran con lupa el comportamiento de las organizaciones mucho más allá del parqué. Su aportación al bien común comienza a ser un aspecto que puede decantar, tanto las inyecciones de capital como las adquisiciones de productos y servicios. El desarrollo global y la obtención planetaria de una vida digna, de derechos y libertades no es un mero brindis al sol y los líderes económicos lo saben.

 

Sobre todo porque el público está más sensibilizado, especialmente con aspectos relacionados con la sostenibilidad, en vista de los nefastos efectos de fenómenos como el calentamiento global, por ejemplo. Y el camino por recorrer —y por tanto el espacio de intervención en positivo por parte de las organizaciones — aún es largo. Según el Informe especial sobre el estado del proceso, analizado por la Asamblea General de Naciones Unidas, actualmente solo se han alcanzado el 15 % de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). La meta del 2030 aún está lejos.

 

Más allá de la reputación: cuidar para liderar

Objetivos ambiciosos y de largo alcance como los ODS se asocian normalmente a acciones políticas o gubernamentales de los estados. Pero cada vez con más frecuencia el sector privado vincula sus estrategias de crecimiento con metas ligadas a este tipo de objetivos globales, que buscan cuidar al entorno y a todos los habitantes del planeta, en todos los órdenes de su vida. Si una organización es percibida de manera empírica como responsable y preocupada por su impacto o su comportamiento social es más fácil que, al mismo tiempo, ocupe posiciones de liderazgo.

Además de los evidentes beneficios reputacionales de actuar de manera responsable, liderar a través del ejemplo puede suponer un factor diferencial. Lo que el Nobel de Economía Jean Tirole definió en 2014 como la «Economía del bien común» comienza a cristalizar en la mentalidad corporativa global, indicando un cambio de tendencia hacia un comportamiento responsable, tanto en la producción de bienes y servicios como en las aportaciones y el impacto positivo que pueden suponer para las sociedades en las que esas corporaciones están instauradas. 

 

 

La confianza es otro de los ESG a tener en cuenta

No se puede ser extremadamente preciso al respecto, pues no existen baremos estandarizados, pero está claro que existe una nueva «conciencia global», una tendencia general que le pide a las empresas que sea capaz de rendir cuentas; no solo por lo que hace, sino por los caminos que utiliza para ello. En ese sentido, uno de los nuevos criterios ESG con más peso específico actualmente es la confianza.

 

Los mercados se preguntan ¿Qué bien o servicio produce?, ¿Cubre una necesidad? Pero también ¿En qué país tiene sus centros productivos?, ¿Se respetan los derechos humanos?, ¿Mantiene políticas de igualdad de género?, ¿Permite la conciliación familiar? Además de la confianza derivada de las respuestas a estas preguntas, también es importante el grado de confianza que las organizaciones proyectan con sus procesos de digitalización.  No solo por la calidad de esos procesos, sino por los recursos que emplean, las energías limpias que involucran o la huella ecológica que conlleva esa transición tecnológica.



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