Del 5G al 6G: la evolución de la conectividad, ¿un futuro todavía incierto?

La realidad de la implantación de la tecnología 5G en España y en Europa está ya sobre la mesa. El desarrollo del 5G de modo pleno, que los operadores del sector situaban hace poco en torno al año 2022 ó 2023, ha visto modificados sus plazos a causa de la pandemia de la COVID-19 y las necesidades tecnológicas de la «nueva normalidad». Éstas se relacionan con una mayor demanda de conectividad: con más estabilidad, capacidad y seguridad para las comunicaciones y la transmisión rápida de datos.

 

Una demanda que, a su vez, se vincula a un contexto pujante de teletrabajo, la generalización de la comunicación remota por parte de la población y unos hábitos de consumo cada vez más exigentes. Todo lo anterior obliga a las partes implicadas a incrementar la inversión en infraestructura, equipamiento de transmisión y despliegue de redes propias – o de terceros, como las de los operadores neutros como lyntia –. Es bastante probable que, en el caso español, la liberación de frecuencias del segundo dividendo digital acelere estos procesos y modifique los planteamientos estratégicos de muchas empresas.

 

La conectividad de los que van en cabeza: El 6G en países como Corea

Aunque esta «revolución» del 5G está recorriendo gran parte del territorio europeo y también el de los países anglosajones, hay algunas naciones con un desarrollo tecnológico avanzado que ya están un par de pasos por delante de sus competidores mundiales. Uno de los ejemplos de esto último es el trabajo que se está llevando a cabo en Corea del Sur. Su primer ministro, Chung Se-kyun, hizo público a inicios del mes de agosto de 2020 que su país quiere desarrollar un proyecto piloto de conectividad 6G para dentro de apenas seis años.

 

Según los impulsores del proyecto coreano, la tecnología 6G podrá alcanzar velocidades de transmisión de 1 Terabyte por segundo, ofreciendo una capacidad hasta cincuenta veces mayor que la soportada por la generación de conectividad actual del 5G. Siempre según las estimaciones de los desarrolladores e ingenieros coreanos, el país estaría en condiciones de comercializar esta siguiente generación de conectividad móvil entre los años 2028 y 2030. De cumplirse estos vaticinios, sin duda el país asiático se situaría a la cabeza del sector, siendo uno de sus principales potencias.

 

La realidad del 5G: prudencia, inversión y generalización de uso

 

A pesar de estas motivadoras noticias, es conveniente no perder la perspectiva y mantener los «pies en la tierra»: la tecnología que más y mejor puede responder a las necesidades actuales – en relación con las fases de desarrollo tecnológico dominantes en el mundo – es el 5G. No puede negarse que la conectividad móvil, al igual que todas las tecnologías emergentes en la segunda mitad del siglo XX, viven y aún vivirán un crecimiento exponencial. Pero todos los especialistas coinciden en que, antes de poder «correr» es necesario asegurar el terreno para la carrera.

 

Y esto se traduce en la adopción definitiva por parte de los operadores del 5G como estándar de comunicaciones, la instalación de antenas de transmisión, el aprovechamiento pleno de las infraestructuras que ya pueden ofrecer a pleno rendimiento operadores neutros y la generalización de uso por parte de la población, que tiene que contar con dispositivos adaptados de fábrica para dar el «salto» a la tecnología 5G.

 

A pesar del avanzado desarrollo tecnológico en países como Corea del Sur, el de la conectividad 5G es un suculento melón aún por abrir. Según la Comisión Europea, en menos de seis años podrá generar unos ingresos de 225 mil millones de euros, con unos beneficios para las industrias automotriz, sanitaria, de transporte o de energía que rondarían los 114 mil millones de euros. Con este enorme campo de trabajo aún por explorar, conviene centrar la vista y los esfuerzos en todo lo que el 5G tiene que ofrecer al sector de las telecomunicaciones.



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