Comunicación satelital: la nueva conectividad de lujo

Actualmente, disponer de conectividad puede marcar la diferencia entre el éxito de un negocio o su fracaso; entre desarrollar o no una industria. La conectividad eficiente puede ser el catalizador para que las comunidades humanas alcancen su potencial. Por suerte existen diversas modalidades para la conectividad y la transmisión de datos, tanto inalámbrica como terrestre. Aunque la comunicación satelital puede diferenciarse de las demás, por sus ventajas frente a sus «competidoras», el 5G y la fibra óptica.

 

 

Conectividad ubicua: un estándar al que solo puede aspirar el satélite

La posibilidad de conectarse a Internet y transmitir datos a altísima velocidad, sin restricciones de ningún tipo y sin importar la localización geográfica ha sido siempre el sueño de la tecnología desde que esa posibilidad existe sobre el papel. Esto es justamente lo que se define como conectividad ubicua. No obstante, siendo realistas, actualmente la única infraestructura que permite acercarse de forma real a ese escenario es la de conexión vía satélite.

 

Si bien es cierto que la conectividad inalámbrica ofrece unas prestaciones de cobertura geográfica envidiable —y mejora día a día—, la posibilidad de superar obstáculos orográficos, superar grandes distancias y conectar puntos distantes en el planeta la ofrecen los satélites que orbitan la Tierra y que están pensados específicamente para suplir necesidades de comunicación.

 

 

¿Por qué la conectividad satelital aún es un artículo de lujo?

Responder a esta pregunta de manera sencilla y corta es una tarea compleja. Simplificando y generalizando mucho basta con decir que la estabilización en órbita de un satélite de comunicaciones, así como su fabricación y la puesta en servicio de las infraestructuras y el hardware —de las que debe hacer uso el cliente final para disfrutar de conectividad satelital— aún representan hoy un coste solo asumible por determinadas operadoras y actores del mercado de las telecomunicaciones.

 

A pesar de que la carga para el bolsillo del usuario no es prohibitiva y que la posibilidad de una cobertura casi total supone un gran argumento de venta, la latencia es un caballo de batalla a la hora de acceder a Internet, por delante de opciones más asequibles como el 5G y al 6G. Las diferencias en cuanto a latencia no son astronómicas —y  lo son cada vez menos—, pero sí lo suficientemente significativas como para impedir una eclosión generalizada de la conectividad satelital. De momento la posibilidad de acceder al satélite para conectarse a la red con dispositivos móviles, por ejemplo, es un servicio para clientes de high ticketing.

 

 

Hacia la democratización de la conectividad satelital: LEOs y nanosatélites

Para cambiar ambas situaciones, la del alto coste y los leves problemas con la latencia, se están democratizando tanto el acceso a la órbita aeroespacial como las rutas geoestacionarias. Esto se está logrando a través, principalmente de los satélites en la órbita baja terrestre (LEO por sus siglas en inglés) y de los nanosatélites.

 

En el caso de los LEO, la colocación de satélites en capas inferiores de la atmósfera —en la termosfera— puede ayudar a paliar los pequeños desfases de latencia que pueden presentarse a día de hoy en la comunicación satelital, haciendo que estos satélites en capas inferiores se desenvuelvan con unas latencias que oscilen entre los treinta y los cincuenta mili segundos.

 

Por otra parte, los nanosatélites son la apuesta por reducir la complejidad de los satélites, su tamaño y peso —llegando en algunos casos a un máximo de diez kilos—, recortando ostensiblemente con ello su coste y la cantidad de dinero necesaria para desplegar una «constelación» satelital funcional en el ámbito de las telecomunicaciones.

 

Si estos dos factores se toman en consideración conjuntamente podríamos estar muy pronto frente a la antesala de una bajada drástica del «listón» de acceso a la comunicación satelital, tanto de operadoras como de usuarios finales y la condición del satélite como un «lujo» como un recuerdo del pasado.



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