¿Cómo contribuirá el metaverso a la sostenibilidad?

Es una de las preguntas que empieza a circular, dentro del sector de la tecnología y las empresas dedicadas a la conectividad y también fuera del mismo. Se está hablando mucho del metaverso como el new next thing. Muchos expertos califican al metaverso virtual como la próxima revolución tecnológica del siglo, equiparable a la creación de la World Wide Web, es decir, al propio Internet.

Las previsiones son realmente alentadoras. El metaverso implicaría una realidad completa, netamente digital, que se desarrollaría de manera paralela al mundo real. Los habitantes de este metaverso virtual — a través de avatares únicos — podrían interactuar dentro de él mediante múltiples dispositivos e incluso gracias a ropa inteligente o interfaces conectadas al propio cuerpo; esto implica relaciones nuevas y nuevas formas de entenderlas, probablemente una economía propia, nuevos mercados y productos, intercambio de experiencias y conocimientos, etc.

Meta, la empresa antes conocida como facebook fue la primera en hablar de su propio metaverso y, de hecho, ya está trabajando en el desarrollo de los dispositivos necesarios para interactuar en él. Pero hay algunas voces autorizadas que están sujetando las riendas a los caballos. Raja Koduri, vicepresidente senior y responsable del Accelerated Computing Systems and Graphics Group en Intel, ha asegurado que «este universo no está tan cercano porque nuestra capacidad informática, de almacenamiento de datos y de conexión no es aún suficiente para hacer posible esta visión». Y, por supuesto, también está el reto de la sostenibilidad.

 

 

El consumo energético, una de las incógnitas del metaverso

Si echamos la vista atrás, la experiencia reciente más parecida a un metaverso ya se desarrolló en el mundo de los videojuegos en el año 2003: Second Life. Uno de los diversos motivos de la caída en desgracia paulatina de este «abuelo» del metaverso virtual era tecnológico. Sencillamente, muchos ordenadores de entonces no soportaban el procesado de información que requería una experiencia fluida. Algo similar a lo que sucede actualmente con la tecnología disponible para el metaverso, como hemos visto.

Second Life también puede servir de referencia para hablar de sostenibilidad. En su momento, para hacerlo funcionar correctamente Linden Lab — creadora del juego — necesitaba una granja de 4.000 servidores, con un consumo energético de 60.000 kW h. El metaverso puede replicar este escenario aumentado de manera notable. Según ETLA Economic Research, el consumo energético de la industria tecnológica puede aumentar un 14% hasta 2030.

Pero estas estimaciones tienen en cuenta la tecnología actual, no los futuros desarrollos y dispositivos, ni las necesidades energéticas asociadas con ellos. De existir dudas éticas con el metaverso, estas de la sostenibilidad serían las primeras en alzar la voz, ya que también comprometen los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, concretamente el que habla de energía asequible y no contaminante.

 

El metaverso como vehículo hacia la sostenibilidad

A pesar de estos potenciales problemas, el metaverso virtual no debería ser un obstáculo en términos de sostenibilidad. De hecho podría estar catalizando ya cambios que la favorecieran. Para el metaverso, como para cualquier realidad virtual, es necesaria una transferencia de datos con anchos de banda enormes y latencias extremadamente bajas. Si a esto sumamos la importancia de la nube para los entornos virtuales como el metaverso tenemos que hablar del incremento de los centros de datos.

Y, con ello, de la huella de carbono que estos generan — que podría aumentar hasta un 30% para 2030 según investigadores de la Universidad de Lancaster —. Por eso, las grandes corporaciones tecnológicas están trabajando en hacer estos centros de datos mucho más sostenibles. Microsoft, por ejemplo, se ha comprometido a utilizar un 100% energía renovable para su plataforma cloud — Azure — antes de 2025, así como a restituir más agua que la que consume y a lograr la certificación de cero emisiones antes de 2030.

Además del avance en tecnología, el metaverso obliga a plantearse el futuro globalmente con un nuevo paradigma, que establece el consumo energético global y la capacidad de carga de la tierra como una prioridad. Esto requiere una nueva forma de pensar y un cambio integral en los métodos de funcionamiento y opciones de consumo sostenible.



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